Manejo de emociones

Manejo de emociones

“La vida es una comedia para quienes piensan y una tragedia para quienes sienten”. Horace Walpole

¿Cuándo estoy enojado, debo reprimir lo que siento? ¿Por qué es lo correcto?

Como seres humanos, independientemente del rol que asumimos en nuestra vida, hemos aprendido a que las emociones negativas, no podemos expresarlas y que debemos suprimir lo que sentimos, y pocas veces canalizamos esa emoción a una adecuada expresión de adaptación, sobre todo social y afectivamente, que se ajuste a las necesidades reales.

Desde luego, esto implica autoconocimiento; en este caso, poder identificar y familiarizarse con lo que siente. Durante la niñez aprendemos que emociones es adecuado demostrar y ante qué situaciones. Con base a este modelo, desarrollamos la tendencia a filtrar, evaluar y oponer resistencia y, sobre todo, a suprimir las que nos resultan dolorosas o difíciles de enfrentar.

Cuando aprendimos su expresión social también aprendimos a sentirnos de determinada manera según los requerimientos o expectativas de los demás y es de la misma forma que estamos educando a nuestros hijos, por eso es importante cambiar el patrón de comportamiento para poder impactar no solo en la vida de nuestros hijos, sino en la nuestra.

Estas experiencias sobre nuestras emociones, que vivimos a temprana edad, se grabaron profundamente en nuestras mentes, a grado tal que día a día influyen en cómo vemos nuestra realidad y manejamos nuestras vidas.

Por ejemplo: Creemos que estímulos externos son los causantes de nuestra ira, del sentimiento de soledad, del miedo que nos paraliza, cuando en realidad proceden de nuestro material reprimido, pero como los hemos tenido guardados, resultan desconocidos y por consiguiente no los aceptamos como parte de nosotros y tampoco podemos modificarlos.

Aunque aparentemente nunca estuvieron ahí, siempre estuvieron viendo la manera de salir, y cuando lo hacen causan un caos que pocas veces podemos parar, es más, son las emociones que reprimimos, las que nos indican y a veces nuestra forma de conducirnos en la vida.

Una forma clásica para contactar nuestras emociones, es identificar los sentimientos al preguntar: ¿Qué te está pasando por la cabeza ahora mismo? El mejor momento para hacerlo es cuándo notamos en nosotros mismo o en nuestros hijos que existe un cambio en el estado de ánimo. A continuación, mencionaré un ejemplo que denotan el cambio en el estado de ánimo:

Cuando mi profesor me dice que no llegue tarde a clase, me enfado y me paso por la cabeza que…

Debemos indagar profundamente qué lo hace sentir de esa manera o que me hace sentir de esa manera. Descubrir si está enfrentándome a viejas y conocidas emociones o, si se continúa repitiendo patrones, es decir, conductas que vengo realizando desde hace tiempo, cuando me enojo tiendo a ser violento y contestar mal a todos los que están a mi alrededor sin importar lo que suceda.

Uno de los pasos más importantes, es detectar las emociones negativas y esforzarse por modificarlas por sentimientos positivos, para que de esta forma cambiamos las actitudes que venimos demostrando. Si sé que está mal que sea violento, tengo que modificar esa actitud, de esta forma seré consciente de que es inapropiada la forma de expresar mis emociones y que no me hace sentir bien conmigo mismo.

Hay que responsabilizarnos de lo que sentimos, ser objetivos ante las emociones que tenemos, para poder dejar de sentir y poder modificar nuestra actitud, de nada me va a servir evadir que soy una persona irascible, al contrario, me traerá más problemas con las personas con las que me desarrolló a diario.

Y por último, es importante saber que un cambio no se da de la noche a la mañana, el identificar nuestras emociones, es un trabajo diario, el hacernos ciertas preguntas y acompañar a nuestros hijos para modificar sus emociones, tiene que ver, en gran medida, en cómo les enseñamos a comportarse y a interpretar sus emociones. Si le enseñamos que nunca se deben enojar, nuestros hijos difícilmente podrán manejar una situación de enojo y, es posible, que no controlen sus impulsos y lleguen a los golpes porque él ha aprendido a reprimirlo.

Por eso es primordial, que aprenda y aprendamos a obtener un balance emocional, que nos permita erradicar la negatividad que tanto daño nos ocasiona. Que estemos conscientes que los únicos responsables de nuestro crecimiento emocional somos nosotros día a día.

Expresar nuestras emociones no es malo, simplemente debemos aprender bajo qué contexto y en qué circunstancias podemos sentirnos cómodos de cómo nos comportamos, siempre recordando la tolerancia y respeto hacia los demás y para con nosotros mismos.

Bibliografía

  • Egozcue Romero, María Magdalena. (2005), Primeros Auxilios Psicológicos, Editorial Paidos Mexicana.
  • Ellis Albert. (1978), Terapia Racional Emotiva, Editorial Pax México, Segunda Edición.
  • Friedberg Robert D., McClure Jessica M., Práctica clínica de terapia cognitiva con niños y adolescentes, Editorial Paidos, Cuarta Edición.

Redacción, Karla Arroyo Galván, Licenciada en Psicología, Maestría en Ciencias del deporte y Alto Rendimiento, colabora en el área de Psicopedagogía de la Preparatoria Zoebisch.

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